Desde los años 70 (Lown B, Verrier RL. Neural activity and ventricular fibrillation. N Engl J Med 1976;
294: 1165–70) se conoce la relación entre el Sistema Nervioso
Autónomo (SNA) y la mortalidad cardiovascular, incluida la muerte súbita. Hay
evidencias experimentales entre la propensión a sufrir arritmias letales y el
aumento de la actividad simpática o la reducción de la actividad parasimpática.
Por esta razón, se hacía necesario desarrollar marcadores cuantitativos de la actividad del SNA y
la Variabilidad de la Frecuencia Cardiaca (VFC) era (y es) uno de los marcadores más prometedores.
Entre otras cosas, en este documento se instaura “oficialmente” el uso de Heart Rate Variability (HRV), en lugar de otros términos que se utilizaban también, para definir “la oscilación en el intervalo entre latidos cardiacos consecutivos así como la oscilación entre frecuencias cardiacas instantáneas consecutivas”.
Lo curioso es que uno de los argumentos que empleaban los autores para justificar la necesidad de este documento, no solo no se ha corregido sino que ha empeorado de forma exponencial en los últimos 20 años:
"Su
aparente facilidad ha popularizado su uso y numerosos
dispositivos comerciales proporcionan medidas automáticas de VFC. Sin
embargo, el significado de estas medidas es mucho más complejo de lo que
generalmente se aprecia, por lo que hay grandes posibilidades de extraer
conclusiones incorrectas y un exceso de extrapolaciones infundadas".
Esto que decía la Task Force en 1996 sigue siendo hoy en día un auténtico problema.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.